Generalmente, a la gran mayoría
de las personas, no nos hace mucha gracia la idea de pisar una cárcel, ni siquiera de
visita. Pero tras años de errores, historias para no dormir y personas enterradas en
vida, algunas de ellas han quedado para la posteridad como símbolos, pero
también como atractivos destinos turísticos, para ver y aprender.
Éste tipo de monumentos se
conservan por diversos motivos. Algunas, como maravilla arquitectónica, otras
simplemente para aprovechar un edificio reutilizable para otros cometidos.
Algunas para recordar las penurias de ciertas personalidades importantes o mostrar
torturas de épocas pasadas, y otras para mantener viva una leyenda o como
testigo de miles de pequeños párrafos que formaron una gran historia común.
Pero todas tienen el mismo propósito compartido que es recordar cómo se hizo,
para que jamás se haga así de nuevo; si bien no solemos tomar conciencia de
esto como debiéramos.
Prueba de ésta mala memoria son
las atestadas cárceles sudamericanas (aunque también tenemos ejemplos más
cercanos tanto geográficamente como culturalmente); y a otro nivel aunque con
resultado similar, la infinidad de campos de refugiados, superpoblados por el
surgimiento y mantenimiento de innumerables conflictos armados olvidados (y
lamentablemente, en ocasiones, hasta desconocidos). Este ejemplo, no deja de
ser una copia a pequeña escala y por motivos bien distintos de los campos de
concentración nazi, ideados para ejecutar la “solución final”.
Tenemos ejemplos de estos
memoriales de la vergüenza en numerosos países europeos, siendo los más
importantes los localizados en Alemania (Dachau), Austria (Mauthausen) y
Polonia (Auschwitz); pero también tenemos impresionantes ejemplos de cárceles
al uso en todo el mundo, que de algún modo sirvieron para ir avanzando muy
lentamente hacia un sistema penitenciario centrado en la reinserción, para no
ser simplemente palacios del castigo, que es como surgieron.
Una de las más famosas es la
cárcel de (1) Alcatraz, cerca de San Francisco. Su popularidad, como tantas otras
cosas, se debe al cine de Hollywood, aunque bien es cierto que siempre fue
vista como el reto insuperable para cualquier recluso con ganas de escapar. No en
vano, cuenta la leyenda que nadie logró jamás salir con vida tras una fuga de
La Roca.
Otro enclave interesante lo
encontramos en (2) Sing-Sing, Nueva York. En una ciudad con tantos atractivos es
fácil que pase desapercibida, más aun teniendo en cuenta que sigue en
funcionamiento; pero merece mención al ser una de las cárceles de máxima
seguridad más nombradas en la cultura popular; tanto en canciones como en
películas como Ciudadano Kane, Desayuno con Diamantes o El Peregrino de Chaplin.
(3) Port Arthur, en Tasmania, es un
ejemplo muy particular ya que es un pequeño símbolo de la reclusión y los
trabajos forzados dentro de una inmensa cárcel llamada Australia. Bien es
sabido que el nuevo continente fue poblado por convictos británicos que saturaban
las prisiones inglesas. Los presos eran seleccionados entre los más fuertes
para realizar trabajos de construcción y colonización en condiciones de
esclavitud; si bien, eran libres al cumplir sus penas por no tener ninguno
delitos por violencia. Port Arthur, además de ser un paraje de gran belleza, se
trata de todo un hito ya que se construyó para experimentar un sistema más
avanzado y humano de reclusión; pero también es un símbolo del propio país que
hoy en día mira hacia atrás con la cabeza bien alta, sin avergonzarse de sus
comienzos.
El ejemplo más dulce, por decirlo
de algún modo, es la prisión de (4) Langholmen, Estocolmo, donde se realizó la
última ejecución en Suecia, cuando el resto de países del entorno ni se
planteaban el fin de esa práctica. Fue concretamente en 1910, con una
guillotina comprada a Francia que sólo se usó en esa ocasión. Hoy en día es un singular
albergue situado en una preciosa isla con pequeñas playas y vistas espectaculares
del famoso ayuntamiento. Es el plan perfecto para un paseo matutino en
bicicleta.
Ayuntamiento de Estocolmo desde Langholmen. Foto propia. |
Entre los símbolos carcelarios más destacados (y recientes), encontramos (5) Robben Island, la prisión sudafricana convertida en un mito de la lucha contra el apartheid y por extensión, de los derechos humanos. Varios activistas fueron encarcelados allí, entre ellos el prisionero 466/64: Nelson Mandela. La prisión es incluso Patrimonio de la Humanidad desde 1999.
Prácticamente el resto de
prisiones del planeta no existirían en un mundo ideal; pero ahí están,
esperando que un milagro las convierta en monumento, para pasar a ser un lugar
al que sí queremos ir.